sábado, 1 de abril de 2017

MISA Abril 2, SANTORAL, PETICIONES Y REFLEXIONES





MISA  Abril 2,   SANTORAL, PETICIONES Y REFLEXIONES
Domingo Abril 2
Mi alma confía en la Palabra del Señor
CUANDO ABRA SUS SEPULCROS

Antífona de Entrada
Señor, hazme justicia. Defiende mi causa contra la gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado, tú que eres mi Dios y mi defensa.

No se dice Gloria.

Oración Colecta
Oremos: Te rogamos, Señor Dios nuestro, que, con tu auxilio, avancemos animosamente hacia aquel grado de amor con el que tu Hijo, por la salvación del mundo, se entregó a la muerte. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Ezequiel (37, 12-14)
Esto dice el Señor Dios: “Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré a ustedes mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí”. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 129
R/. Perdónanos, Señor, y viviremos.

Desde el abismo +de mis pecados clamo a ti;
Señor, escucha mi clamor;
que estén atentos tus oídos
a mi voz suplicante. R/. Perdónanos, Señor, y viviremos.

Si conservaras el recuerdo
de las culpas, ¿quién habría,
Señor, que se salvara?
Pero de ti procede el perdón,
por eso con amor te veneramos. R/. Perdónanos, Señor, y viviremos.

Confío en el Señor, mi alma
espera y confía en su palabra;
mi alma aguarda al Señor, mucho
más que a la aurora el centinela. R/. Perdónanos, Señor, y viviremos.

Como aguarda a la aurora
el centinela, aguarda Israel
al Señor, porque del Señor
viene la misericordia
y la abundancia de la redención,
y él redimirá a su pueblo
de todas sus iniquidades. R/. Perdónanos, Señor, y viviremos.

Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (8, 8-11)

Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.
Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.
Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Evangelio

† Lectura Evangelio Juan capítulo 11, versículos 1 al 45
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no tiene doce horas el día?
El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz”. Dijo esto y luego añadió: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”.
Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado ahí, para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: “Vayamos también nosotros, para morir con él”.  Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano.
Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?”
Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: “Ya vino el Maestro y te llama”. Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar ahí y la siguieron. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?” Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa.
Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”.
Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra.  Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!”
Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que puedan andar.
Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXION Evangelio Juan capítulo 11, versículos 1 al 45

La Resurrección de Cristo está en el centro de nuestra fe. Sin embargo, con frecuencia vemos la resurrección un poco fuera de nuestro horizonte. Por eso debemos considerar con frecuencia la Resurrección de Cristo. Él era Dios. Se dejó matar por amor. Su muerte fue un acto de amor más fuerte que la muerte. Así su amor nos acompaña en esta vida y nos indica también el camino más allá de la muerte.
Muchas personas rechazan hoy la fe porque la vida eterna no les parece algo deseable. Quieren la vida presente y buscan aplazar la muerte lo más posible. Pero esto no puede satisfacer el corazón humano.
¿Qué significa pues, resucitar para la vida eterna? No pensemos en la eternidad como un continuo sucederse de días del calendario, sino como ese momento pleno de satisfacción en el que nos encontraremos con quien más nos ama, ese momento del sumergirse en el océano del Amor de Dios, en el cual el tiempo –el antes y el después– ya no existe.

Se dice Credo.

Oración de los fieles
Celebrante: Al único Señor del que viene la misericordia y la vida, la redención copiosa, oremos diciendo: Padre, escúchanos

Para que Cristo, que dio su Espíritu a la Iglesia, haga de cada uno de los cristianos testigo de su presencia salvadora en nuestra historia. Oremos al Señor. Padre, escúchanos

Para que el Papa Francisco, nuestro Obispo y todos los sacerdotes y misioneros, transmitan la certeza de que Jesús es la resurrección y la vida. Oremos al Señor.
Padre, escúchanos

Para que los gobiernos que están dominados por la corrupción, la deslealtad, el fraude y la injusticia, abandonen los intereses partidistas y no traicionen la confianza que los ciudadanos depositaron en ellos. Oremos al Señor.
Padre, escúchanos

Para que los enfermos y miembros más débiles de nuestra sociedad, descubran la presencia de Jesús médico de las almas y de los cuerpos en sus vidas. Oremos al Señor. Padre, escúchanos

Para que Dios sea el consuelo de los que lloran la muerte de sus seres queridos, les dé la paz y los haga esperar con fe en la resurrección definitiva.
R/. Oremos al Señor. Padre, escúchanos

Para que la celebración de esta Eucaristía aumente nuestra gratitud por la vida nueva que nos viene de Cristo, y ésta se traduzca en alegría y gozo.
Oremos al Señor Padre, escúchanos

Celebrante: Dios de la vida y de la historia, mira con piedad las oraciones de tu pueblo, y haz que los que esperamos en Ti nunca nos veamos defraudados. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Escúchanos, Dios todopoderoso, y concede a tus siervos, en quienes infundiste la sabiduría de la fe cristiana, quedar purificados, por la eficacia de este sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Prefacio propio   La resurrección de Lázaro.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque él, como verdadero hombre, lloró la muerte de su amigo Lázaro y, como Dios eterno, lo hizo salir vivo del sepulcro. Él mismo, compadecido de todos los hombres, por medio de sus sacramentos nos conduce a una vida nueva.
Por eso, los coros de los ángeles eternamente con júbilo te adoran y también nosotros unimos a ellos nuestras voces, cantando humildemente tu alabanza:

Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Todo el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre, dice el Señor.

Oración después de la Comunión
Oremos: Te rogamos, Dios todopoderoso, que podamos contarnos siempre entre los miembros de aquel cuyo Cuerpo y Sangre acabamos de comulgar. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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