domingo, 28 de febrero de 2016

MISA Febrero 29 SANTORAL, PETICIONES Y REFLEXIONES



EUCARISTÍA.   Febrero 29   SANTORAL, PETICIONES Y REFLEXIONES
LUNES 29
Morado Feria de Cuaresma MR p. 218 (231); Lecc. 1, p. 741
Otros Santos: Osvaldo de Worcester, obispo; Augusto Chapdelaine y compañeros, mártires; Matilde Hackeborn, religiosa.
LA BUENA DISPOSICIÓN

2 R 5,1-15: Lc 4,24-30

La narración de Naamán y Eliseo es un relato edificante que nos alecciona sobre la importancia de confiar en la palabra de los profetas. En un primer momento Naamán se inconforma por la falta de calidez y por lo insignificante de la "terapia" curativa de Eliseo. Posteriormente sus criados lo hacen recapacitar y obedece la orden de lavarse en el Jordán. Acto seguido, queda libre de la lepra. En el Evangelio de san Lucas el Señor Jesús realiza una relectura universalista e incluyente de este acontecimiento, ilustrando una sorprendente realidad: los extranjeros están más dispuestos, como atestiguan los casos de Naamán y la viuda de Sarepta, para acoger los signos de su amor providente. Efectivamente, los contemporáneos y vecinos de Nazaret, se resistieron a deletrear benévolamente el mensaje y la llamada de Jesús.

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 83, 3
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor; mi corazón y todo mi ser se regocijan por el Dios vivo.

ORACIÓN COLECTA
Que tu constante misericordia, Señor, purifique y defienda a tu Iglesia y, ya que sin ti no puede permanecer segura, guíala siempre con tu protección. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
Muchos leprosos había en Israel, pero ninguno fue curado, sino Naamán, el sirio.

Del segundo libro de los Reyes: 5, 1-15

En aquellos días, Naamán, general del ejército de Siria, gozaba de la estima y del favor de su rey, pues por su medio había dado el Señor la victoria a Siria. Pero este gran guerrero era leproso.
Sucedió que una banda de sirios, en una de sus correrías, trajo cautiva a una jovencita, que pasó luego al servicio de la mujer de Naamán. Ella le dijo a su señora: "Si mi señor fuera a ver al profeta que hay en Samaria, ciertamente él lo curaría de su lepra".
Entonces fue Naamán a contarle al rey, su señor: "Esto y esto dice la muchacha israelita". El rey de Siria le respondió: "Anda, pues, que yo te daré una carta para el rey de Israel". Naamán se puso en camino, llevando de regalo diez barras de plata, seis mil monedas de oro, diez vestidos nuevos y una carta para el rey de Israel que decía: "Al recibir ésta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán, para que lo cures de la lepra".
Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras exclamando: "¿Soy yo acaso Dios, capaz de dar vida o muerte, para que éste me pida que cure a un hombre de su lepra? Es evidente que lo que anda buscando es un pretexto para hacerme la guerra". Cuando Eliseo, el hombre de Dios, se enteró de que el rey había rasgado sus vestiduras, le envió este recado: "¿Por qué rasgaste tus vestiduras? Envíamelo y sabrá que hay un profeta en Israel". Llegó, pues, Naamán con sus caballos y su carroza, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. Éste le mandó decir con un mensajero: "Ve y báñate siete veces en el río Jordán, y tu carne quedará limpia". Naamán se alejó enojado, diciendo: "Yo había pensado que saldría en persona a mi encuentro y que, invocando el nombre del Señor, su Dios, pasaría la mano sobre la parte enferma y me curaría de la lepra. ¿Acaso los ríos de Damasco, como el Abaná y el Farfar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos y quedar limpio?" Dio media vuelta y ya se marchaba, furioso, cuando sus criados se acercaron a él y le dijeron: "Padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa muy difícil, ciertamente la habrías hecho; cuanto más, si sólo te dijo que te bañaras y quedarías sano".
Entonces Naamán bajó, se bañó siete veces en el Jordán, como le había dicho el hombre de Dios, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su comitiva a donde estaba el hombre de Dios y se le presentó, diciendo: "Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
De los salmos 41, 2. 3; 42, 3. 4

R/. Estoy sediento del Dios que da la vida.

Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.
Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible ver de nuevo su templo? R/.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas. R/.
Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara. R/.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Sal 129, 5. 7
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Confío en el Señor y en sus palabras, porque del Señor viene la misericordia y la redención. R/.
EVANGELIO
Como Elías y Eliseo, Jesús no ha sido enviado sólo a los judíos.

LECTURA Evangelio Lucas capítulo 4, versículos 24 al 30

En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: "Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria".
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre la que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí. Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXION Evangelio Lucas capítulo 4, versículos 24 al 30

El Evangelio que la Iglesia nos propone hoy es la conclusión de la visita de Jesús a la sinagoga de Nazareth. Esa visita había comenzado bien, nos dice el evangelista que todos en la sinagoga estaban atentos a Jesús, y un poquito más adelante nos dice que todos hablaban bien de Él. Paulatinamente, sin embargo, el clima cambia, aparece una cierta reticencia, que poco a poco se convierte en resistencia y termina en abierta oposición, incluso violenta; nos dice el Evangelio que lo empujaron a las afueras de la ciudad a un peñasco y querían despeñarlo. Probablemente el evangelista refiere aquí en una sola escena lo que quizás debió verificarse a lo largo de un cierto tiempo.
Y lo que se observa aquí, en esta escena, es una especie de desconversión. La conversión es pasar de la lejanía respecto de Dios a la cercanía con relación a Él, y esto por obra de la gracia y mediante la apertura de la persona a esa gracia y la docilidad para con ella. La desconversión, en cambio, es pasar de una cierta cercanía a una lejanía, por la progresiva cerrazón del corazón a la gracia.
La Iglesia, en la Cuaresma, nos invita insistentemente a la conversión. Entonces, es bueno que nosotros recibamos favorablemente esta invitación y no cerremos el corazón, que de veras nos convirtamos y que no se produzca ese fenómeno contrario de la desconversión, no sea que Jesús pase entre nosotros y se aleje.
Así termina el Evangelio de hoy, después de esa escena brusca, chocante, donde la gente lo lleva a un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo, Jesús, sin embargo, nos dice el Evangelio, pasando en medio de ellos, continuó su camino, se alejó.
Que no se aleje de nuestra vida, al contrario, que nosotros por la conversión, la conversión progresiva propia de este tiempo de Cuaresma nos acerquemos más a Jesús.
Y este es el augurio que me hago y nos hacemos todos, aprovechar este tiempo favorable y que sea realmente un acercamiento y la renovación de nuestra amistad con el Señor.
Es mi augurio, junto a un saludo cordial, con mi bendición, deseando una Cuaresma rica en gracia y en dones para todos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Convierte, Señor, en sacramento de salvación, los dones que te ofrecemos como expresión de nuestro servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I- V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 116, 1-2
Que alaben al Señor todos los pueblos, porque grande es su amor hacia nosotros.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que la comunión de tu sacramento, Señor, nos obtenga limpieza de alma y nos congregue en la unidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO

Opcional
Te rogamos, Señor, que tu diestra proteja al pueblo que te invoca y, una vez purificado, dígnate llenarlo de sabiduría, para que, por medio de los consuelos presentes, se encamine hacia los bienes futuros. Por Jesucristo, nuestro Señor.

OTRAS REFLEXIONES AL EVANGELIO DE HOY

REFLEXION Evangelio Lucas capítulo 4, versículos 24 al 30

«La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido»
Hoy, Jesús, por medio de la parábola de los viñadores homicidas, nos habla de la infidelidad; compara la viña con Israel y los viñadores con los jefes del pueblo escogido. A ellos y a toda la descendencia de Abraham se les había confiado el Reino de Dios, pero han malversado la heredad: «Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43).

Al principio del Evangelio de Mateo, la Buena Nueva parece dirigida únicamente a Israel. El pueblo escogido, ya en la Antigua Alianza, tiene la misión de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero Israel no ha sido fiel a su misión. Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, congregará a su alrededor a los doce Apóstoles, símbolo del “nuevo” Israel, llamado a dar frutos de vida eterna y a anunciar a todos los pueblos la salvación.

Este nuevo Israel es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca. De ahí se deriva que el primer fruto es que vivamos nuestra fe en el calor de familia, el de la comunidad cristiana. Esto será sencillo, porque «donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20).

Pero se trata de una comunidad cristiana abierta, es decir, eminentemente misionera (segundo fruto). Por la fuerza y la belleza del Resucitado “en medio nuestro”, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y mujeres a la nueva vida del Resucitado. Y un tercer fruto es que vivamos con la convicción y certeza de que en el Evangelio encontramos la solución a todos los problemas.

Vivamos en el santo temor de Dios, no fuera que nos sea tomado el Reino y dado a otros.
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Cursillista  M. E. Winston Pauta Avila
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