DECÁLOGO
Abril 21
(8).- Nada necesitamos más que la Pascua
Una meditación pascual para la vida de cada día
“Así como en primavera los rayos del sol hacen brotar y abrir las yemas en las ramas de los árboles, así también la irradiación que surge de la resurrección de Cristo da fuerza y significado a toda esperanza humana, a toda expectativa, deseo, proyecto”.
Son palabras del Papa Benedicto XVI en su mensaje urbi et orbi para la Pascua 2011, una Pascua marcada, una vez más, por el dolor en tantos lugares del mundo –Japón, Costa de Marfil, Libia, los inmigrantes subsaharianos, los cristianos perseguidos, el siempre convulso Oriente Medio-, por la crisis económica que no cesa y nos lega el terrible rastro del paro –en España, por ejemplo, cerca de cinco millones de personas paradas- amén de la injusticia letal de mil millones de personas que sufren y mueren de hambre.
El por qué y el para qué de la Pascua
Y el Papa, ante el gozo y el júbilo de la Pascua y ante las sombras de tanto dolor, pecado e injusticia en el mundo, ha recordado que «en tu resurrección, Señor, se alegren los cielos y la tierra». A esta invitación de alabanza que sube hoy del corazón de la Iglesia, los «cielos» responden al completo: La multitud de los ángeles, de los santos y beatos se suman unánimes a nuestro júbilo. En el cielo, todo es paz y regocijo. Pero en la tierra, lamentablemente, no es así. Aquí, en nuestro mundo, el aleluya pascual contrasta todavía con los lamentos y el clamor que provienen de tantas situaciones dolorosas: miseria, hambre, enfermedades, guerras, violencias. Y, sin embargo, Cristo ha muerto y resucitado precisamente por esto. Ha muerto a causa de nuestros pecados de hoy, y ha resucitado también para redimir nuestra historia de hoy. Por eso, mi mensaje quiere llegar a todos y, como anuncio profético, especialmente a los pueblos y las comunidades que están sufriendo un tiempo de pasión, para que Cristo resucitado les abra el camino de la libertad, la justicia y la paz”.
Si, esta es la gran verdad, la gran belleza y la gran esperanza de la Pascua: Cristo ha muerto y ha resucitado precisamente porque hay miseria, hambre, enfermedades, guerra, violencias, odio, lejanía de Dios, apostasía y blasfemia de su santo nombre. Su resurrección no es una quimera, una ilusión, un sentimiento místico, un deseo, una imagen, un símbolo, una especulación. Su resurrección es un hecho histórico, verdadero, real. Es el hecho de los hechos. Es la verdad de las verdades. Es la esperanza contra toda y contra tantas esperanzas. Es la luz de mundo, “una luz diferente, divina, que ha roto las tinieblas de la muerte y ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Verdad y del Bien”.
Tanto como necesitamos
¿Qué es, entonces, lo que más necesita nuestro mundo? ¿Qué es entonces lo más preciso para la humanidad presente y para la humanidad de todos los tiempos? ¿Qué es lo que más necesitamos y, en el fondo –tantas veces sin saberlo- anhelamos todos los seres humanos? Una verdadera y continua primavera. La Pascua es la primavera de la humanidad. Pero ¿tiene algo que ver la Pascua con nuestros dolores, con nuestras urgencias, con nuestras necesidades, con nuestros deseos, sueños y anhelos?
Nuestro mundo necesita combatir el hambre y la injusticia, repartir bien la riqueza, distribuir con equidad los recursos más que suficientes de que disponemos, pero que, sin embargo, no llegan, no mucho menos, a todos ni a casi todos.
Nuestro mundo necesita encontrar la forma para superar la tan supurante y prolongada crisis económica, que nos atenaza, entristece y empobrece.
Nuestro mundo, quizás sin darse cuenta de ello o sin querer darse cuenta, demanda tomar conciencia de cuáles han sido y siguen siendo las verdaderas causas de esta estrangulante crisis económica y descubrir que ha sido y es el culto idolátrico y egocéntrico al becerro de oro del dinero el que la ha ocasionado, haciendo, pues, de la crisis una oportunidad para no volver a transitar estos caminos suicidas.
Nuestro mundo urge recuperar y ahondar en la verdad de valores fundamentales como el esfuerzo, la disciplina, la lealtad, la fidelidad, la amistad, la fraternidad, el respeto, la tolerancia, la honradez, la sinceridad, la solidaridad. Continua mañana
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