ADVOCACIONES DE MARÍA No. 2
NUESTRA SEÑORA DE FATIMA
En 1917, Portugal estaba al borde del totalitarismo después de la revolución de 1910. La revolución había decretado una aguda separación de la Iglesia y el estado, la propiedad de la iglesia había sido confiscada, y se había ordenado la disolución de las congregaciones religiosas. Las clases pensantes y gobernantes eran anti-religiosas y decisivamente anticlericales. La teoría gobernante estaba basada en que las creencias religiosas tradicionales eran puramente supersticiones y así lo indicaban en los semanarios y diarios que ellos imprimían. Aún las áreas rurales normalmente inmunes a las novedades intelectuales de los centros cosmopolitas fueron afectadas por el cierre de las iglesias y una cautelosa advertencia contra cualquier expresión externa de creencias religiosas. A pesar de esto, una sólida fe religiosa tomo raíz en los sencillos campesinos de las partes rurales del país. En esta atmósfera, una serie de apariciones de la Bendita Virgen ocurrieron ante tres pequeños niños del villorrio rural de Fátima por un período cercano a los seis meses empezando en Mayo de 1917.
Oración a Nuestra Señora de Lástima
¡Oh Virgen Santísima!, como una madre que visita a sus hijos, habéis bajado del cielo para visitarnos y decirnos lo que hemos de hacer para salvar nuestras almas; quiero aprovecharme de vuestras enseñanzas, a fin de ir un día a Vos y gozar para siempre con Vos de las delicias de la gloria. Amén.
1. La primera lección que nos dais es que recemos cada día el santo Rosario. Ya que vos lo deseáis, así lo haré con toda la familia, reunida en vuestro nombre, sin que la negligencia ni las ocupaciones me retraigan de hacerlo. Avemaría.
2. La segunda lección que de Vos recibimos es la devoción a vuestro Inmaculado Corazón, a vuestro corazón de Virgen, de Madre, de Reina y de Abogada. Así lo haré desde hoy, y digo y diré siempre con toda confianza: Dulce Corazón de María, sed la salvación mía. Avemaría.
3. La tercera lección que de Vos hemos aprendido es, sobre todo evitar el pecado, porque ya demasiado ofendido está el Señor, huir del pecado, que es la ruina de nuestra alma y el que nos conduce a nuestra eterna perdición. A vuestros pies lo digo, Madre mía: Antes morir que cometer un pecado mortal.
Madre, aquí tenéis a vuestro hijo: guardadme.
Madre, aquí tenéis a vuestro hijo: salvadme.
Madre, aquí tenéis a vuestro hijo: llevadme con Vos al cielo, donde en vuestra compañía pueda ver y poseer a Dios. Así sea.
Hacer el Rosario
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Cursillista M.E. Winston Pauta Avila
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