EUCARISTÍA Noviembre 16, Reflexión y Peticiones
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 8, 12
R/. Aleluya, aleluya.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. R/.
EVANGELIO
¿Qué quieres que haga por ti? - Señor, que vea.
Del santo Evangelio san Lucas: 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". Él le contestó: "Señor, que vea". Jesús le dijo: "Recobra la vista; tu fe te ha curado". Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
REFLEXION Evangelio san Lucas: 18, 35-43
El evangelio de hoy describe la llegada de Jesús a Jericó. Es la última parada antes de la subida a Jerusalén, donde se realiza el “éxodo” de Jesús según había anunciado en su Transfiguración y a lo largo de la caminada hasta Jerusalén. El ciego y Jesús son los personajes centrales del relato. El primero se muestra excluido, al borde del camino como un mendigo. Su presencia y particularmente su grito, incomodaba a la gente que acompañaba a Jesús. Ellos trataban de acallar el grito, pero él gritaba mucho más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Hoy también, el grito de los pobres incomoda la sociedad establecida: migrantes, enfermos de SIDA, mendigos, refugiados, ¡tantos! En ocasiones pareciera que hemos puesto a nuestro corazón anestesia, no sea que nos duela o inquiete la realidad o las personas que hemos situado al margen de nuestra vida. Pero el fuerte grito de aquel ciego, no pudo acallarse, y su pedido de poder ver, resultan un potente clamor de auxilio para quienes hoy en día, muchas veces resultan invisibilizados. Ante esta escena, Jesús escucha, entre todo el griterío de la multitud, el clamor de quien solo puede gritar. De este modo, el relato une el clamor y la necesidad con la atención y la respuesta misericordiosa de Jesús.
Dejemos que Jesús se interese por nuestras necesidades y pidámosle que transforme nuestra forma de mirar. Que hoy nuestro corazón rece como un susurro: “Dame, Señor; tu mirada”.
GRUPO DE ORACIÓN DIVINO NIÑO.
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