viernes, 22 de junio de 2018

MEDITACIÓN No. 2 Junio 22



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MEDITACIÓN No. 2

Anda, Jesús te espera en el sagrario
Junio 22

Crecí escuchando historias de sor María Romero, la beata que realizó grandes obras por los más pobres. Mi madre, María Felicia Soto, fue una de sus primeras misioneritas en Costa Rica, cuando estudiaba en el Colegio Superior de Señoritas. La conoció muy bien y vivió con ella aventuras espirituales increíbles. A su lado, vio milagros innumerables y conversiones extraordinarias.

Me cuenta que cierta vez sor María fue al sagrario y le preguntó a Jesús:
— ¿Quién soy yo, Jesús?
Una voz clara, salida del sagrario respondió:
—Tú eres la predilecta de mi Madre y la consentida de mi Padre.
—Y de ti, ¿quién soy?,  volvió a preguntar sor María.
— ¡Mi amada!

Le encantaba colocar rosas frescas, de su rosal, muy cerca del sagrario para que el dulce aroma de las flores le llegara a Jesús.

Solía recordar estas anécdotas cada vez que iba a visitar a Jesús en algún oratorio o una capilla.  Imaginaba largas conversaciones con Jesús.

Un día fui a verlo. Me quedé con Él, acompañándolo, recordando nuestra amistad de la infancia y le pregunté:

“¿Qué quieres de mí?”

La respuesta no se hizo esperar. En lo más hondo de mi alma escuché su voz, tierna, llena de un amor inimaginable.

Era clara como el viento, fuerte como una tempestad, y me decía:

“Escribe. Deben saber que los amo”.

Regresé a mi casa un poco confundido y empecé a escribir y  narrar mis aventuras con Jesús.

Pensé que las personas se burlarían de mí si les contaba. Ya me habían llamado: “bicho raro”.

“Soy un bicho raro para Jesús”, respondía.

No estaba muy a gusto publicando estas historias. Pero sentí que debía hacerlo y seguí adelante, un escrito tras otro, que dieron lugar a mis primeros libros.  Y de pronto ocurrió lo inesperado. Empezaron a llegar testimonios increíbles de los lectores, contándome cómo mis libros les habían cambiado sus vidas. Yo quedaba impactado. Y me preguntaba: “¿Cómo era eso posible?”

No siempre comprendía lo ocurrido y los enviaba al sagrario para que le agradecieran a Jesús.

Aun hoy recibo de diferentes países, correos que me llenan de esperanza y me motivan a continuar.

Hace unos días una joven me contó que fue a una librería y uno de mis libros se cayó de la estantería frente a ella. Lo recogió del suelo y lo acomodó en su lugar. Siguió ojeando otros libros y el mío volvió a caer su lado. Vio esto como una señal y lo compró. Se titulaba: EL SAGRARIO.

“Sus historias me ayudaron mucho”, me dijo emocionada. “Ahora voy al sagrario y visito a Jesús todos los días”.

“Me encanta ir al sagrario para estar con Jesús. Es mi mejor amigo”, le respondí. Por eso le recomiendo a todo el que puedo:

“Anda, Jesús te espera”.

Desde el sagrario Jesús te mira, con tanta ilusión, buscando un gesto de amor de tu parte, un:

“Te quiero Jesús”.

¿Se lo dirás?


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