EUCARISTÍA Diciembre 27, Reflexión y Peticiones
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Heb 1, 1-2
R/. Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros
padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, que son los últimos,
nos ha hablado por medio de su Hijo. R/.
EVANGELIO
El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.
Del santo Evangelio san Lucas: 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María,
según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para
presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito
varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un
par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón
justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el
Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes
al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y
María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley,
Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: "Señor, ya puedes
dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis
ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los
pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de
semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le
anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en
Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto
los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de
la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años
casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni
de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en
aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del
Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y
fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
REFLEXION Evangelio san Lucas: 2, 22-40
La
fiesta de la presentación del Señor en el templo se enmarca dentro de las
epifanías de Navidad y en ella, las figuras de Simeón y Ana, se destacan como
figuras cargadas de valor simbólico. Ellos tienen la tarea del reconocimiento,
que proviene tanto de la iluminación y del movimiento del Espíritu, como
también de una vida llevada en la espera más intensa y confiada. Por eso en el
evangelio, estos dos ancianos tienen la sabiduría que dan los años para
reconocer la luz, para decir una palabra adecuada, para confiar y confiarse a
Dios. Para agradecer de corazón. Para llevar a otros la Buena Noticia. De igual
forma, el evangelio, destaca a Jesús como Luz, “Luz que alumbra a todas las
naciones”. No cualquier luz, sino la luz que ilumina nuestro corazón y nuestra
vida. Por eso, tenemos que reconocer que si Él nos faltase, las tinieblas se
adueñarían de nuestro corazón. Finalmente, hoy el evangelio destaca como “este
niño trae la paz”, don esencial para la existencia humana. Esta paz adquiere
los rostros de: libertad, justicia, verdad, solidaridad, respeto y fraternidad.
Con fe profunda, pidamos hoy el don de la paz, para nuestra vida, pero
principalmente para todos aquellos lugares donde se requiere una pronta
solución. Nuestra mirada atenta a Venezuela en este día.
A
la luz del evangelio hoy nos preguntamos ¿soy capaz de “esperar” y reconocer la
presencia de Dios en mi vida? ¿En qué medida, El Señor es la luz de mi
existencia?
GRUPO DE ORACIÓN DIVINO NIÑO.
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P.D. No olvide que hay hermanos que también necesitan oraciones.
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