sábado, 9 de abril de 2016

EUCARISTIA Abril 10 SANTORAL, PETICIONES Y REFLEXIONES


EUCARISTÍA Abril 10  SANTORAL, PETICIONES Y REFLEXIONES
DOMINGO 10
Blanco III Domingo de Pascua MR p. 355 (360) / Lecc. 1, p. 332.
Otros santos: Macario de Gante, obispo; Miguel de los Santos "el Extático", presbítero. Beato Marcos Fantuzzi, presbítero.
DEL DICHO AL HECHO

Hch 5,27-32.40-41; Ap 5,11-14; Jn 21,1-19

Entre las dos narraciones encontramos un nexo más que claro. En ambos relatos Pedro cumple una función protagónica, en el cuarto Evangelio, el Señor Jesús le comunica un encargo; tendrá que apacentar a sus hermanos y además tendrá que estar dispuesto a vivir en obediencia, dejándose conducir por el designio de Dios. Deberá entregar lo más preciado, la posibilidad de disponer de su propia vida. Ya no podrá anteponer sus intereses a los intereses de Dios; más aún, tendrá que asumir opciones que le resultaran indeseables. Esas palabras de advertencia se cumplen de manera inmediata cuando Pedro sufre azotes, cárcel y persecución a manos del Concejo judío. El apóstol Pedro entiende que la fidelidad a Jesús le exigirá confrontar las medidas abusivas del Sanedrín y asumir las consecuencias de tamaña insubordinación.

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 65, 1-2
Aclama a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su nombre, denle gracias y alábenlo. Aleluya.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su adopción filial, aguarde seguro su gozosa esperanza el día de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 5, 27-32. 40-41

En aquellos días, el sumo sacerdote reprendió a los apóstoles y les dijo: "Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre".
Pedro y los otros apóstoles replicaron: "Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho Jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados.
Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen".
Los miembros del sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús. Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
del salmo 29, 2.4. 5-6. 11-12a. 13b

R/. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya.

Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R/.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R/.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R/.

SEGUNDA LECTURA
Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza.

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 5, 11-14

Yo, Juan, tuve una visión, en la cual oí alrededor del trono de los vivientes y los ancianos, la voz de millones y millones de ángeles, que cantaban con voz potente: "Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza".
Oí a todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar —todo cuanto existe—, que decían: "Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos".
Y los cuatro vivientes respondían: "Amén". Los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R/. Aleluya, aleluya.
Resucitó Cristo, que creó todas las cosas y se com padeció de todos los hombres. R/.
EVANGELIO
Jesús tomó el pan y el pescado y se los dio a los discípulos.

† LECTURA Evangelio Juan capítulo 21, versículos 1 al 19

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "También nosotros vamos contigo". Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.
Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿han pescado algo?" Ellos contestaron: "No". Entonces él les dijo: "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces". Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.
Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: "Es el Señor". Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.
Tan pronto como saltaron a tierra vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar".
Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: "Vengan a almorzar". Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Quién eres?, porque ya sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
Por segunda vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Pastorea mis ovejas".
Por tercera vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras". Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: "Sígueme".
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

† REFLEXION Evangelio Juan capítulo 21, versículos 1 al 19

El Señor se hace visible para quien realmente lo quiere ver. Él está con nosotros y obra prodigios. Solo que quien no tiene el corazón y el espíritu dispuesto, las adjudica a la casualidad, a la coincidencia, a la suerte. Es que, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Sin embargo, cuando estamos en sintonía con Él, resulta muy sencillo constatar cómo nos cuida y protege, como nos señala el camino y cómo, a cada nada, interviene ayudándonos a resolver situaciones que de otro modo no sabríamos cómo manejar, o proponiéndonos encuentros o circunstancias, que simplemente no se darían, si no es que Él interviene proponiéndonoslas o dejando que ocurran frente a nuestros ojos, como un reto.

Está en nosotros decidir si le obedecemos, si hacemos lo que Él nos dice, lo que Él nos propone o simplemente lo dejamos pasar, hacemos oídos sordos y no hacemos lo que Él, de un modo inconfundible nos dice en voz alta y muy claramente, para que no tengamos dudas.

Es en aquellos momentos de desolación, cuando parece que todo está perdido,  cuando parece que seremos condenados irremisiblemente, que Él se presenta señalándonos la puerta, dándonos una salida. Es que, efectivamente es Dios y todo lo puede, menos forzarnos a aceptar su voluntad. Él ha querido que nosotros elijamos LIBREMENTE el seguirle y obedecerle y así salvar nuestra alma. De este modo, está en nosotros la salvación o la condena. En lo que a Él concierne, estamos salvados. Nos toca a nosotros hacer nuestra parte. «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». Nosotros podemos echar la red a la izquierda o simplemente no echarla.

Hay algo que adicionalmente me llama la atención en esta lectura. Sabemos que el Señor pregunta tres veces a Pedro si lo ama, porque él antes lo había negado tres veces. Pero hay algo más en la respuesta de Jesús; hay una exigencia. “Apacienta mis ovejas”. Es que no hay otra forma de responder al amor del Señor o no hay otra forma de demostrarle nuestro amor, que amando a los demás. Si yo me sé amado por Dios, si yo me sé bendecido por Él, debo hacer lo que Él me pide…Y todo lo que Él me pide en reciprocidad es que ame a los demás, que los apaciente, que les de tranquilidad, que les de paz, que les de esperanza, que les muestre el camino…Que les haga conocer el gran amor que nos tiene Dios Padre, porque de allí ha de venir la paz, la esperanza, la alegría, la paciencia, la docilidad…en una palabra, el amor.

No hay por qué fatigarse, no hay por qué desesperarse, por qué perder la calma. Jesucristo ha vencido al mundo. La victoria está asegurada. “Vamos caminando juntos al encuentro del Señor”.

Oremos: Padre Santo, hazme portador de fe y esperanza. No permitas que dude jamás de Ti Aun cuando atraviese por campos minados, donde la codicia, la envidia, el odio y el egoísmo parecen reinar, no permitas que me pierda. Que siempre sea una estrella fulgurante, aun en la noche más oscura, que guie a mis hermanos a Ti Obra en mí Tus maravillas. Que no sea yo, sino Tu quien vive en mi. Amén. Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Invoquemos, amados hermanos, a Cristo, triunfador del pecado y de la muerte, que siempre intercede por nosotros diciendo: Te rogamos, Señor.
R/. Te rogamos, Señor.

Para que Cristo, el Señor, atraiga hacia sí el corazón de los fieles y fortalezca sus voluntades, de manera que busquen los bienes de allá arriba, donde él está sentado a la derecha de Dios, roguemos al Señor.
Para que Cristo, amo supremo de la creación, haga que todos los pueblos gocen abundantemente de la paz que en sus apariciones otorgó a los discípulos, roguemos al Señor.
Para que Cristo, el destructor de la muerte y el médico de toda enfermedad, se compadezca de los débiles y desdichados y aleje del mundo el hambre, las guerras y todos los males, roguemos al Señor.
Para que Cristo, el Señor, salve y bendiga nuestra parroquia (comunidad), y conceda la paz, la alegría y el descanso den las fatigas a los que hoy nos hemos reunido aquí para celebrar su triunfo, roguemos al Señor.
Acrecienta, en nosotros, Padre misericordioso, la luz de la fe, para que en los signos sacramentales, sepamos reconocer siempre a tu Hijo, que se manifiesta constantemente a nosotros, sus discípulos, y haz que, llenos del Espíritu Santo, proclamemos con valentía ante los hombres que Cristo es el Señor. Él, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Pascua, p. 499-503 (500-504).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Jn 21, 12-13
Dijo Jesús a sus discípulos: Vengan a comer. Y tomó un pan y lo repartió entre ellos. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a la gloria incorruptible de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne, p. 595 (602).

OTRAS REFLEXIONES AL EVANGELIO DE HOY

† REFLEXION Evangelio Juan capítulo 21, versículos 1 al 19

Hoy el Evangelio nos propone como pequeña reflexión un diálogo profundo entre Jesús y Simón Pedro. Pedro acababa de negarlo a Jesús, de decir que no lo conocía, en el fondo fue una situación, un momento de debilidad de Simón Pedro pero cuando se reencuentra con Jesús resucitado, Jesús le hace la pregunta: "Simón, hijo de Juan ¿Me amas más que éstos?" y Pedro le contesta: " Sí Señor, tú sabes que te quiero" y Jesús le responde: "Apacienta mis corderos" este diálogo se repite tres veces, las mismas preguntas y las mismas respuestas, "Sí Señor, tú sabes que te quiero".

Al leer este párrafo, me parece interesante que nos detengamos e imaginemos la mirada de Jesús y la de Pedro y descubrir qué pasaba en esa mirada, Pedro acababa de negarlo tres veces y ahora reafirma tres veces que lo ama, tres preguntas y tres respuestas que profundizan la relación de amistad y de amor entre los dos. No es solamente decir si te quiero superficialmente era un decirle de alguna manera que te quiero y reconozco que no te quise, que fuí débil. Y Jesús confinando tres veces "apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas" le dice: "estás perdonado, no solamente, sino reafirmo la confianza que tengo en tí". Qué lindo descubrir cómo Jesús se acerca, pregunta, espera una respuesta y reafirma el amor. Por un lado, podemos ver confusión y turbación de parte de Pedro, pero del otro lado perdón y confianza de parte de Jesús.
  
¿Cuántas veces lo hemos negado a Jesús por cobardía frente a los amigos que se reían de él en la Universidad, frente a profesores o a compañeros que ridiculizan la fe, o la religión o la Iglesia? ¿Cuántas veces hemos tenido verguenza de llevar un crucifijo en el pecho por miedo al qué dirán? ¿Cuántas veces hemos bajado la cabeza y hemos callado frente a preguntas que nos exijían una respuesta corajuda?. Y sin embargo, Jesús sigue confiando en nosotros y nos vuelve a preguntar: "¿Me amas?, ¿Me amas como dijiste después de la confirmación, después de un retiro o una convivencia, después de una confesión, después de esos momentos fuertes que has tenido en tu vida espiritual?.

Jesús vuelve a confiar y a decirte "amigo te confío una misión" y esa misión podría ser ayuda a otro joven a encontrar el rumbo de su vida, ayuda al que está confundido, al que está hundido en la droga, al que está sumergido en el pecado de una sexualidad mal vivida, al que está en el camino de la corrupción porque piensa que todo se limita a lo material, al placer, al dinero, al poder a toda costa, ayuda al que no tiene ideales y al que los tiene y no sabe cómo alcanzarlos. Te repite a vos también, querido joven "apacienta a mis ovejas, a mis corderos; apacienta a tus hermanos". Señor Jesús resucitado llena de amor al corazón de todos los jóvenes, para que como Pedro no se queden mirando sus debilidades sino se sientan llenos de entusiasmo para anunciarte, transformados por tu amor. Que donde esté cada joven que ha experimentado tu amor y tu perdón nascan pequeñas comunidades de fe y de auténtico amor fraterno para construir un mundo nuevo. Amén.
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