MEDITACIÓN
No.
331 EL CATÓLICO MAESTRO. APROXIMACIÓN A UN RETRATO
Febrero
26
El
Católico Maestro. Aproximación a un retrato
El
maestro no necesita ser un hombre que descuelle en talentos o en cualidades
humanas, aunque sí debe poner en juego las que posea. Por: Estanislao Martín
Rincón
Por
estas fechas tenemos el curso académico recién comenzado o bien estamos
comenzándolo. Por este motivo me ha parecido que encaja bien con el momento
ofrecer al lector interesado en temas de educación alguna reflexión sobre la
figura del hombre o mujer que siendo católico se dedica profesionalmente a la
educación. Hablaré de él como el maestro, entendiendo la palabra maestro en
sentido amplio, da igual el tramo del sistema educativo y da igual también si
está fuera de él. Maestro es todo aquel que enseña de forma regular y
continuada, sea en una escuela primaria, sea en la Universidad, sea en una
academia especializada.
Pero
antes de entrar en materia, permíteme lector dos avisos, el primero sobre el
título, el segundo sobre el género.
Entiendo
que el título pueda chocarte un poco porque parece que está al revés. A mí
también me lo ha parecido y de hecho el primero que he puesto ha sido el
inverso, “El maestro católico”, pero de inmediato me he dado cuenta de que no
es correcto porque falta al rigor de la verdad. El lenguaje, todo lenguaje,
deber ser lo más preciso posible, pero especialmente el lenguaje expositivo,
que debe expresar la realidad con la mayor fidelidad posible. Esa fidelidad a
la realidad no será nunca absoluta porque la realidad supera a la capacidades
expresivas de nuestro lenguaje ya que este tiene sus limitaciones y sus
dificultades. En el caso que nos ocupa, una de esas dificultades está en que en
la expresión “el maestro católico” es inexacta. Parece decir lo que no dice y
por tanto induce a errar. Explicaré por qué.
Las
dos palabras que componen la expresión “maestro católico” son gramaticalmente
un sustantivo (maestro) y un adjetivo (católico). Pues bien, ocurre que la
realidad es al revés: en un maestro católico, lo sustantivo es su condición de
católico y lo adjetivo es que sea maestro. Dicho de otra manera, una vez
bautizados, el Bautismo nos confiere una dignidad tal, la de hijos de Dios,
(dignidad ontológica) por la cual todo lo demás, sea ello lo que fuere, queda
en un segundo plano y además a mucha distancia. Ante el hecho de ser hijo de
Dios y miembro de la Iglesia, las demás diferencias no vienen a ser sino
matices, coloraciones de nuestra existencia, pero lo nuclear, lo definitivo es
que hemos sido hechos uno con Cristo. Al lado de nuestro bautismo, ser maestro,
jardinero, médico o transportista pierde todo el valor que desde el mundo
pagano tienen estas categorías. Desde el momento mismo de nuestro Bautismo
quedamos injertados en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y desde ese
momento ya “no hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”, les dice San Pablo a los gálatas (3,
28). Lo que nos define desde la fe, lo sustantivo, es nuestra condición de hijos
de Dios Padre y miembros de Cristo-Iglesia (que todo es uno), no el oficio que
desempeñemos, por mucha importancia que el oficio tenga. Y la tiene. También
esto merece quedar bien aclarado. Porque no se está diciendo que la profesión
sea poco importante, al contrario, toda profesión tiene un enorme valor para el
que la desempeña y para sus destinatarios, y si hubiera que diferenciar entre
unas profesiones y otras -supongamos una escala graduada-, habría que decir que
la de maestro no estaría en los últimos puestos. Pero cada cosa en su sitio, lo
que fundamenta toda la acción del maestro católico no es su condición de
maestro sino de católico; por eso lo radicalmente sustantivo no es el hecho de
ser maestro sino de ser católico.
Hecha
esta precisión, como el lenguaje es el que es y la palabra 'maestro' también es
un sustantivo, a fin de hacer la lectura lo menos complicada posible, no me
referiré tanto al católico maestro cuanto al maestro sin más.
La
segunda advertencia se refiere al género. Utilizo el masculino genérico, que
incluye en condiciones de igualdad al maestro y a la maestra, al católico y a
la católica, etc.
Aclarados
estos supuestos iniciales, pasamos ahora a ver algo sobre los rasgos que
convienen al católico maestro, en tanto que maestro, es decir, alguien cuya
vocación se sitúa en el mundo de la educación y la docencia. Creo que se pueden
señalar tres: santidad, sabiduría y bondad. El maestro ha de ser un hombre
sabio, bueno y santo. Si le falta una de esas tres grandes cualidades podrá tener
cualquiera de las otras dos, lo cual ya sería mucho (sabio y bueno, sabio y
santo, bueno y santo), pero no podrá ser constituido en referente de autoridad
para los muchachos.
Parece
claro que este modelo de maestro solo puede cumplir un maestro: El Maestro,
Jesucristo. Él es el único sabio porque “en Él están escondidos todos los
tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col 2, 3). Él es el único santo
porque es “el Santo de Dios” (Mc 1, 24), el tres veces santo. Él es el único
bueno porque “pasó haciendo el bien” (Hc 10, 38) por este mundo y amando hasta
el extremo (Cf Jn 13, 1).
Visto
así, con estas exigencias, el oficio de maestro para un católico se torna más
que difícil, utópico. Y ciertamente, estaríamos ante una utopía si solo
contáramos con nuestras capacidades, nuestros alcances y nuestro saber hacer
meramente humano (inteligencia, cualidades, simpatía, experiencia). Utopía
absoluta. Pero por nuestra vocación (es decir por su llamada) y por la comunión
con Él, se nos ha capacitado para actuar como actúa Él, para pensar como piensa
Él y para sentir como Él siente. Lo que sí necesitamos es ponernos manos a la
obra, poner empeño con “una grande y muy determinada determinación de no
parar”, que decía Santa Teresa, no conformándonos con logros intermedios. El
mundo de la enseñanza es un mundo exigente y apasionante, duro, muy duro,
atractivo y beligerante en el que contamos con la iniciativa de la gracia y con
lo que podamos poner de nuestra parte, que por mucho que sea siempre tendrá un
sesgo de poquedad. Vamos a ver qué es eso que podemos poner nosotros.
http://imagenes.catholic.net/imagenes_db/efbc05_maestro-escuela-slide.jpg
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Cursillista M. E. Winston Pauta Avila
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